lunes, 10 de marzo de 2014

Del punto de “ni el Derecho Islámico ni la democracia”, al de “o bien el derecho islámico, o bien la democracia”

Rusen Cakir, Diario Vatan, 10.03.2014

Uno de los errores, y probablemente el más estratégico de todos, que se repite tanto en el interior como en el exterior del país en el momento de tratar de entender el movimiento islámico en Turquía es ver y presentar este movimiento como “antisistema”, partiendo de su condición de estar “fuera del sistema”. Sin duda, como cualquier otro movimiento político, el movimiento islámico turco tiene el propósito de llegar al centro del sistema y conseguir el poder político. Sin embargo, en el análisis final, el movimiento islámico turco no ha tenido una pretensión como la de cambiar o transformar el sistema. La prueba más manifiesta de ello es que el AKP no ha tocado en la esencia del sistema, a pesar de haber obtenido, en mayor parte, el control de la herramienta de Estado durante su estancia en el poder, además solo, desde hace casi doce años.

Dicho de otro modo, los islamistas no dieron su propio color al sistema a través del AKP; por el contrario, ellos mismos se han embellecido con los colores del sistema. Ello significa que el propio movimiento islámico está deshaciendo su propia magia.

Acusaciones recíprocas y justas

Fue la guerra surgida entre la Comunidad de Gulen y el AKP la que ha hecho pública esta crisis por la que el islamismo está pasando inevitablemente, así como el atasco surgido paralelamente a dicha crisis. Es tanto que cuando el foco político más poderoso del movimiento islámico (el AKP) y el foco social más poderoso del movimiento islámico (la Comunidad) se quedaron solos en el centro del sistema, entraron en una guerra cruel uno contra el otro, en vez de transformarlo juntando sus fuerzas.

En esta guerra, que existe de modo manifiesto desde el 17 de diciembre de 2013, aunque ya había empezado antes, la Comunidad trata de convencernos de que el gobierno utiliza sus servicios tanto para crear el terreno para sus corrupciones, como para taparlas. Por su parte, el gobierno trata de probar que la comunidad elabora complots para conseguir sola el control del estado, reforzándose a través del terreno legítimo que sus servicios le proporcionan y ocultándose por detrás de aquellos servicios.

Los que piensan como yo, es decir, los que piensan que las acusaciones que uno imputa al otro son, en mayor parte, ciertas, deben coincidir en la opinión de que ni el AKP ni la comunidad de Gulen podrán seguir adelante con sus estados actuales, sea lo que sea el resultado de la guerra actual.

La bifurcación

Mi libro que se publicó con el subtitulo de “Entender el Partido de la Prosperidad”, poco después de las elecciones municipales de marzo de 1994, en las que este partido alcanzó una gran explosión, se titulaba “Ni el Derecho Islámico, ni la Democracia”. Ya que pensaba que el Partido de la Prosperidad, o RP por sus siglas en turco, era tanto partidario del Derecho Islámico a su propio estilo, como demócrata a su propio estilo, como lo eran la mayor parte de los islamistas del país.

Vemos que en el punto en el que se halla la experiencia del AKP en el poder, la época de “ambas cosas a la vez” debe terminar, y los islamistas se ven obligados a optar por “una de ellas”. Sí, el movimiento islámico turco se ve arrastrado exactamente hacia una bifurcación. Tendrán que optar o bien por la democracia, o bien por el derecho islámico.

En este punto, hay que recordar que Ahmet Turan Alkan escribió en el diario Zaman que “el nuevo valor emergente de la política turca será una idea clave liberal y laica”. Ihsan Dagi le apoyó en el mismo diario, diciendo que “por lo que entendemos, la condición de devoto de los que están en el gobierno no impedía que ellos y su entorno fueran déspotas, ilegítimos, corruptos y fraudulentos. Por lo que entendemos, la característica que se exigía a los dirigentes no era la de ser devoto, sino, era la de que cumplieran con el derecho, y que el derecho se basara en los valores y criterios universales”…

Si la única alternativa fuera ésta, tendríamos que callarnos ante la guerra existente entre la comunidad y el gobierno; incluso, tendríamos que incentivarla ocultamente para que se acrecentara aún más. Pero no se trata de esto. Incluso, la alternativa que pesa no es la democracia. Por lo menos, así pienso yo…

Porque tras aquella gran decepción y derrota que sufre actualmente el movimiento islámico, Turquía puede llegar a atestiguar una dura ola islámica no vista hasta ahora en su historia. El islamismo solo no es un problema. Sin embargo, me refiero esencialmente a la corriente llamada el “nuevo salafismo”. Pienso que todo lo que estamos viviendo actualmente elabora un terreno sumamente oportuno para el “nuevo salafismo”, que ha revuelto ya a la mayoría de los países islámicos y de las comunidades musulmanas residentes en los países occidentales; que inquieta más a las formaciones islámicas tradicionales, y que hasta ahora no ha podido echar raíces seriamente en Turquía.

Seguiré mañana, claro, si no ocurre ningún contratiempo.


(Enlace al artículo original: http://rusencakir.com/Ne-seriat-ne-demokrasiden-ya-seriat-ya-demokrasiye/2546)

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