Can Dundar, Diario Cumhuriyet, 02.05.2014
La Ministra Responsable de la Familia
recomendaba el otro día a las familias “enseñar a vuestros hijos a soltar
gritos contra el abuso”… El Estado enseñó ayer a los niños cómo soltar gritos…
Una de las imágenes inolvidables de la celebración del 1 de mayo de este año
era la de dos niños, abrazados a su madre, que lloraban a gritos por haber
sufrido quemaduras en sus ojos; niños que sufrieron daños causados por el gas
lacrimógeno empleado por la policía, mientras estaban sentados en su casa. La ministra
creía que el Estado iba a correr al rescate de los niños cuando soltaban
gritos. En cambio, aquellos niños huían del Estado soltando gritos.
No aparecieron ni escopetas con cañón
largo, ni fusiles Kalashnikov, que según el gobernador de Estambul, “poeta en
sus discursos y maestro en recurrir a la violencia”, era una excusa para tomar
medidas propias de la ley marcial. Sin embargo, estaban allí presentes el agua a
presión y con contenido tóxico, el gas lacrimógeno, las balas de goma, los
escudos, la porra y las palizas de la policía, que costaron en casos anteriores
pérdida de la visión e incluso de la vida.
Se ha puesto en evidencia una vez más
que en este país, la verdadera amenaza contra la seguridad de vida proviene de
las fuerzas de seguridad, y que, mientras éstas no intervienen ni lían las
cosas, el ciudadano celebra su fiesta tranquilamente y bailando.
¿No lo ve el sucesor del Ministro del
Interior, quien, durante la Resistencia de Gezi, se quejaba en una conversación
telefónica comentando “¡Qué más da si abrimos la Plaza de Taksim! Pero él (Erdoğan)
se empeña en no permitirlo”.
¿No lo sabe el Presidente de la
República, quien una vez consideró que “las manifestaciones de Gezi eran la
demostración evidente del nivel avanzado de nuestra democracia”?
Claro que lo saben; ven “desde dentro”
cómo Turquía se arrastra día a día hacia un desastre. Sin embargo, pesa más la
autoridad de Erdoğan, y no hay manera de evitar la evolución de las cosas que
aterroriza.
Si es un éxito transformar la plaza
más movida de la ciudad en una comisaría gigantesca; si es un éxito prohibir
que los trabajadores celebren libremente su fiesta; si es un éxito convertir
Turquía día a día en un Estado policía;
y si es un éxito que el mundo vea todo lo que está ocurriendo en Turquía, con
miradas llenas de lástima, entonces Erdoğan ha tenido un gran éxito el día 1 de
mayo de este años.
No tuvo compasión con nadie; reforzó
su autoridad y consolidó su poder.
En vez de abrir la puerta a una
celebración pacífica, optó por ejercer presión para reprimirla.
Gracias a ello, se estorbó ayer la
celebración del 1 de mayo.
¿Se encogerá esta sociedad de miedo,
por haber superado la ambición de Erdoğan a su comprensión; por haberse
convertido la policía en un instrumento de presión bajo el mando de Erdoğan;
por haberse callado hasta los más sensatos que son conscientes de la grave
evolución de las cosas?
A lo mejor, se encogerá hoy. Pero ¿no
nos enseñó la experiencia del Sureste de Anatolia que esto no será así durante
mucho tiempo; que una sociedad no se encogerá por completo; que recurrirá a la
violencia si se le presiona con violencia y que resistirá mediante la misma
violencia con la que se le presiona?
¿No sirvió todo lo que sucedió durante
Gezi para tomar una lección?
Este ardor no se apaga nunca mediante
la ira, sino, se inflama aún más.
Los tanques no funcionaron en el
sureste de Anatolia para oprimir a los niños crecidos por la tiranía del golpe
de estado del 12 de septiembre de 1980. ¿Es posible que funcionen ahora los
cañones de agua para oprimir a los niños crecidos aprendiendo soltar gritos
contra la violencia de Erdoğan?
(Enlace al artículo original:
http://www.candundar.com.tr/_v3/#!/KÖŞE_YAZILARI/2014/Bu_ateş_öfkeyle_sönmez/#Did=26370)
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